El
Paradigma Socio-Crítico
Desde el ámbito de la investigación, un
paradigma es un cuerpo de creencias, presupuestos, reglas y procedimientos que
definen cómo hay que hacer ciencia; son los modelos de acción para la búsqueda
del conocimiento. Los paradigmas, de hecho, se convierten en patrones, modelos
o reglas a seguir por los investigadores de un campo de acción determinado
(Martínez, 2004).
El paradigma socio-crítico de
acuerdo con Arnal (1992) adopta la idea de que la teoría crítica es una ciencia
social que no es puramente empírica ni sólo interpretativa; sus contribuciones,
se originan, “de los estudios comunitarios y de la investigación participante”.
Tiene como objetivo promover las transformaciones sociales, dando respuestas a
problemas específicos presentes en el seno de las comunidades, pero con la
participación de sus miembros.
El paradigma socio-crítico se
fundamenta en la crítica social con un marcado carácter autorreflexivo;
considera que el conocimiento se construye siempre por intereses que parten de
las necesidades de los grupos; pretende la autonomía racional y liberadora del
ser humano; y se consigue mediante la capacitación de los sujetos para la participación
y transformación social. Utiliza la autorreflexión y el conocimiento interno y
personalizado para que cada quien tome conciencia del rol que le corresponde
dentro del grupo; para ello se propone la crítica ideológica y la aplicación de
procedimientos del psicoanálisis que posibilitan la comprensión de la situación
de cada individuo, descubriendo sus intereses a través de la crítica. El
conocimiento se desarrolla mediante un proceso de construcción y reconstrucción
sucesiva de la teoría y la práctica.
Popkewitz (1988) afirma que algunos
de los principios del paradigma son: (a) conocer y comprender la realidad como
praxis; (b) unir teoría y práctica, integrando conocimiento, acción y valores;
(c) orientar el conocimiento hacia la emancipación y liberación del ser humano;
y (d) proponer la integración de todos los participantes, incluyendo al
investigador, en procesos de autorreflexión y de toma de decisiones consensuadas,
las cuales se asumen de manera corresponsable.
Entre las características más
importantes del paradigma socio-crítico aplicado al ámbito de la educación se encuentran:
(a) la adopción de una visión global y dialéctica de la realidad educativa; (b)
la aceptación compartida de una visión democrática del conocimiento así como de
los procesos implicados en su elaboración; y (c) la asunción de una visión particular
de la teoría del conocimiento y de sus relaciones con la realidad y con la
práctica.
Toda comunidad se puede considerar
como escenario importante para el trabajo social asumiendo que es en ella donde
se dinamizan los procesos de participación. Se sostiene que la respuesta más
concreta a la búsqueda de soluciones está en establecer acciones a nivel de la
comunidad con una incidencia plurifactorial y multidisciplinaria, es decir, de
todas las organizaciones políticas y de masas, además de todos los representantes
de las instituciones de cada esfera de conocimiento, no sólo para resolver
problemas, sino para construir la visión de futuro que contribuirá a elevar la calidad
de vida de esas personas o la calidad del desempeño de ellas en el ámbito de su
acción particular, ya sea el educativo, el político, social, el general u otro.
Para Habermas (1986) el conocimiento
nunca es producto de individuos o grupos humanos con preocupaciones alejadas de
la cotidianidad; por el contrario, se constituye siempre en base a intereses
que han ido desarrollándose a partir de las necesidades naturales de la especie
humana y que han sido configurados por las condiciones históricas y sociales.
Teoría Crítica
Según
Boladeras (1996) el conocimiento, entendido por Habermas, es el conjunto de saberes
que acompañan y hacen posible la acción humana. Para Habermas el positivismo ha
desplazado al sujeto cognoscente de toda intervención creativa en el proceso de
conocimiento y ha puesto en su lugar al método de investigación.
Habermas (1988) sostiene que una
ciencia social empírico-analítica sólo puede proporcionarnos un control técnico
de ciertas magnitudes sociales, pero la misma es insuficiente cuando nuestro
interés cognoscitivo apunta más allá de la dominación de la naturaleza; el
mundo social es un mundo de significados y sentidos y la ciencia social
positivista se anula a sí misma al pretender excluirlos de su análisis. Es de
este rechazo al positivismo es donde nace el interés por desarrollar su propia
teoría del conocimiento, la cual será, una teoría de la sociedad.
Habermas (1988) parte de un esquema
de dos dimensiones para entender la sociedad en su desarrollo histórico: una
dimensión técnica que comprende las relaciones de los seres humanos con la
naturaleza, centradas en el trabajo productivo y reproductivo; y una dimensión
social que comprende las relaciones entre los seres humanos, centrada en la
cultura y en las normas sociales.
La crítica del precitado autor
estuvo dirigida a denunciar en la sociedad contemporánea la hegemonía desmedida
de la dimensión técnica, producto del desarrollo del capitalismo industrial y
del positivismo. El esfuerzo plantea una relación más equilibrada entre ambas
dimensiones para liberar a los seres humanos del tecnicismo. Habermas estableció
los parámetros de esa interrelación más equilibrada a partir de su concepto de
intereses del conocimiento (Ureña,1998). Para él los intereses son las orientaciones
básicas de la sociedad humana en torno al proceso de reproducción y auto constitución
del género humano, es decir, las orientaciones básicas que rigen dentro de la
dimensión técnica y la dimensión social en el desarrollo histórico de la sociedad.
Considera el autor citado que la sociedad humana se transforma a sí misma a
través de la historia, mediante el desarrollo en torno a esas dos dimensiones.
Desde una perspectiva histórica el conocimiento del ser humano sobre la
naturaleza lo condujo a lograr el conocimiento técnico sobre ella, lo cual dio
origen a las ciencias naturales. Habermas lo denominó orientación básica de
interés técnico. El estudio y las comprensión de las relaciones entre los seres
humanos y de su entendimiento mutuo dio paso al desarrollo de las ciencias
hermenéuticas partiendo de la orientación básica que el precitado autor llama
interés práctico.
Habermas (1994) demostró que los
objetos de conocimiento se constituyen a partir del interés que rija la
investigación. El sujeto construye a su objeto de estudio a partir delos
parámetros definidos por un interés técnico o un interés práctico; además, de
la experiencia que se tenga de él, el lenguaje en que esa experiencia se
exprese y el ámbito en que se aplique la acción derivada de dicho conocimiento.
El concepto de interés del
conocimiento nos muestra la relación que existe entre Teoría del Conocimiento y
Teoría de la Sociedad; ambas teorías se necesitan una a la otra para su
conformación. La Teoría del Conocimiento es al mismo tiempo una Teoría de la Sociedad,
porque los intereses por el conocimiento sólo pueden fundamentarse desde una
teoría social que conciba la historia como un proceso en donde el ser humano se
Auto constituye
y genera esos conocimientos en ese mismo proceso. La Teoría de la Sociedad, por
su parte, necesita de la Teoría del Conocimiento, porque el desarrollo histórico
de la sociedad sólo puede comprenderse a partir de los conocimientos generados
por ella en las dimensiones técnicas y sociales.
Según Habermas con la opresión causada por parte de una
naturaleza externa al ser humano no dominada y de una naturaleza propia
deficientemente socializada, aparece una tercera “orientación básica” que él
denomina interés emancipatorio, que se identifica con el proceso mismo de auto constitución
histórica de la sociedad humana.
La emancipación es un interés
primario que impulsa al ser humano a liberarse de las condiciones opresoras
tanto de la naturaleza externa como de los factores internos de carácter
intersubjetivo e intrasubjetivo (temores, aspiraciones, creencias, entre otros)
aunque encuentre obstáculos para lograrlo.
En síntesis, según Habermas (1994)
el saber es el resultado de la actividad del ser humano motivada por
necesidades naturales e intereses. Se constituye desde tres intereses de
saberes llamados por él como técnico, práctico y emancipatorio. Cada uno de
esos intereses constitutivos de saberes asume forma en un modo particular de organización
social o medio, y el saber que cada interés genera da lugar a ciencias diferentes.
La ciencia social crítica es, por
tanto, la que sirve al interés emancipatorio hacia la libertad y la autonomía
racional. Una ciencia social crítica procura ofrecer a los individuos un medio
para concienciarse de cómo sus objetivos y propósitos pueden haber resultado
distorsionados o reprimidos y especificar cómo erradicarlos de manera que
posibilite la búsqueda de sus metas verdaderas. En este sentido, la ciencia social crítica
facilita el tipo de entendimiento autorreflexivo mediante el cual los
individuos explican por qué les frustran las condiciones bajo las cuales
actúan, y se sugiere la clase de acción necesaria para eliminar, si procede,
las fuentes de tal frustración. Así como, plantear y adoptar opciones para
superar las limitaciones que experimente el grupo social.
La teoría crítica no sólo es crítica
en el sentido de manifestar un público desacuerdo con las disposiciones
sociales contemporáneas, sino también en el sentido de desenmascarar o
descifrar los procesos históricos que han distorsionado sistemáticamente los
significados subjetivos. Además, propicia la comunicación horizontal para que
los sujetos integrantes del grupo puedan prever y aplicar posibles opciones
para superar las dificultades que les afectan, dominan u oprimen.
Una teoría crítica es producto de un
proceso de crítica; es el resultado de un proceso llevado a cabo por un grupo
cuya preocupación sea la de denunciar contradicciones en la racionalidad o en
la justicia de los actores sociales a fin implementar las acciones para
transformarse hacia el bien común de la organización socia
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